Transición Energética

Todo en la cuestión energética resulta demasiado complejo para los ciudadanos. También la inexorable factura mensual, cuya comprensión resulta siempre confusa en el mejor de los casos. En una sociedad acostumbrada a recibir información de casi cualquier cosa imaginable, la energía, que es el motor del mundo, recibe un tratamiento de segunda fila. Hablamos de ordenadores sin descanso o del coche eléctrico,… pero ¿por qué no hablar de la fuerza que los mueve?

Esta es una cuestión en la que a menudo nos encontramos con planteamientos, o bien minimalistas en cuanto a la atención dedicada o maximalistas en cuanto a las alternativas sobre el origen de esa energía que necesitamos para casi cualquier cosa cotidiana. Incluso parece haber al respecto visiones contrapuestas sobre las fuentes energéticas según se tengan ideas políticas de derechas o de izquierdas. Desde este blog apostamos por un debate objetivo, razonable y contrastado que permita saber cuáles son las alternativas reales y por cuáles debe apostar nuestro país.

Las consecuencias del consumo energético

Al parecer, aunque nadie está en contra de la calefacción o del agua caliente, el hecho de que en su origen esté el carbón, el petróleo o la fuerza de las mareas resulta un tema muy polémico.

El epicentro de la controversia es la contradicción que existe entre la adicción de nuestras sociedades a un consumo creciente de energía y las consecuencias de tal adicción en términos de acumulación en la atmósfera de gases de efecto invernadero y sus consecuencias sobre el cambio climático.

Como ciudadanos, todos estamos preocupados por los efectos del cambio climático, pero nadie quiere renunciar a la calefacción, los viajes baratos en avión, los ordenadores encendidos todo el día, el alumbrado público y el aire acondicionado en verano. Aunque la sensibilización sobre el ahorro energético y la mejora de la eficiencia son promovidas por las Administraciones y es imprescindible una mayor conciencia respecto a un uso responsable de la energía, el problema seguirá encima de la mesa.

Esa contradicción da origen a muchos debates apasionados, a algunos debates técnicos y a posicionamientos maniqueos, al parecer inevitables en las sociedades modernas, que buscan su expresión a través de las redes sociales.

Este blog pretende, con mucha humildad, participar en el debate de la energía desde un punto de vista ilustrado, es decir, siguiendo la máxima kantiana del atreverse a saber, pero también como señala el profesor y escritor Steven Pinker, en una concepción del tema basada en los hechos e inspirada en los ideales de una “nueva Ilustración”; esto es: la razón, la ciencia, el humanismo y el progreso.

Estamos seguros de que las decisiones que se toman en este ámbito siguen tales criterios pero no siempre los responsables son capaces de explicarlo con naturalidad y transparencia, con lo que siempre queda la sospecha de intereses ocultos y poderosos que son los que rigen el misterioso y polémico devenir de esta industria.
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El triple reto de la sostenibilidad energética

En el fondo de todos los debates se encuentran una serie de alternativas que deben responder al triple reto de una sostenibilidad:

  • la económica, crítica para la productividad y competitividad, de nuestra economía;
  • la social en la que deben combinarse aspectos como la pobreza energéticas y los cambios de conductas para ser más eficientes y ahorrar más energía;
  • y la medioambiental, que debe responder a objetivos internacionalmente establecidos por el  Panel Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), uno de los principales órganos internacionales para la evaluación del cambio climático.

Nuestro modo de vida está basado en la disponibilidad de energía a unos precios asumibles. Esto afecta en primer lugar a la competitividad del sistema ya que la energía es uno de los insumos más importantes en la contabilidad de muchas empresas, y los precios eléctricos se fijan en mercados nacionales, de tal manera que las decisiones políticas sobre el modelo energético afectan de forma radical a las empresas según estén radicadas en unos lugares u otros.
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La cuestión social es igualmente relevante: no sólo en cuanto a la factura mensual sobre el consumo, sino igualmente por los movimientos de la opinión pública que influyen en la toma de decisiones políticas. Aquí tenemos desde movilizaciones para mantener el uso de combustibles fósiles, hasta movimientos pro auto-consumo que proponen la auto gestión energética.


Y todo está enmarcado por la evidencias constatables de un aumento progresivo de las temperaturas producido por la acumulación de CO2, y otros gases,  en la atmósfera y el consiguiente efecto invernadero, y sus consecuencias en términos potencialmente catastróficos.


El reto del cambio climático

Como afirman Pinker (En defensa de la Ilustración, 2018) y otros autores, las predicciones catastrofistas que han presidido los ambientes académicos desde los sesenta del pasado siglo nunca se han cumplido afortunadamente, pero tampoco esto es algo que pueda descartarse.

La tecnología y su avance espectacular han impedido la consumación de las prescripciones ominosas en términos de hambrunas, intoxicaciones o agotamiento de recursos.

Seguramente este será también el caso en relación al aumento de las temperaturas, seamos optimistas. Optimistas, pero racionales. Si algo nos enseña la experiencia es que la solución a problemas complejos suele ser igualmente compleja. Pretender dar una respuesta simple y políticamente atractiva a una cuestión tan compleja como es la de la energía resulta ilusorio, no sólo porque es necesario gestionar un presente lleno de contradicciones, sino también porque desconocemos en gran medida cuáles serán los desarrollos tecnológicos que finalmente podrán ser utilizados.

Estamos de acuerdo en que no podemos seguir lanzando a la atmósfera toneladas de CO2 al ritmo al que lo hacemos ahora. Estamos de acuerdo en que los ciudadanos tienen derecho a poder acceder a la energía a un precio compatible con el de un bien básico y necesario. Estamos de acuerdo en que nuestras empresas tienen que poder competir con las de los países de nuestro entorno. Estamos de acuerdo en que la seguridad es un criterio esencial a la hora de elegir las mejores fuentes de energía. Y estamos de acuerdo finalmente en que nuestras sociedades van a demandar más y más energía porque el desarrollo económico, tecnológico y del bienestar general, no se entienden sino en base al consumo de ingentes cantidades de energía.

¿Cómo establecer la transición energética?

La cuestión es cómo se satisfacen todas las demandas, y cómo se establece la transición entre el actual modelo de mix energético y aquel al que aspiramos. Oficialmente aspiramos a obtener toda nuestra energía a partir de fuentes renovables y a cambiar todo el parque móvil a eléctrico para 2050, pero ¿es eso viable o incluso razonable? Y también las siguientes preguntas:

  • ¿Es conveniente olvidarnos de la energía nuclear incluso cuando se anuncian nuevas tecnologías disruptivas en la materia?
  • ¿Podemos erradicar el carbón, el petróleo y el gas natural de nuestro sistema de generación?
  • ¿Quién hará las inversiones necesarias para tal empresa?
  • ¿Están todos los países de nuestro entorno alineados con nosotros en estas cuestiones o existen diversas estrategias para enfrentar la descarbonización?
  • Y más allá de la UE, ¿Cuáles son esas estrategias?

Son muchos los debates que se abren en la cuestión de la transición energética. En este sentido, este blog se crea para participar en esos y otros debates relacionados, para escuchar a los expertos, para comparar regulaciones y planes, para seguir los desarrollos tecnológicos, la actualidad del sector y para intentar ofrecer a los lectores una visión ordenada de un mundo complejo como es el de la energía.

 

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